La precuela de Sexo en Nueva York

De Carrie nunca me canso. Porque cuando no me sorprende con una flor gigante, aparece con un vestido con escote en la espalda y enseñando el sujetador, ¿lo impresionante? no le queda hortero. Hablar del estilo de esta itgirl de la ficción norteamericana Sex and The City es innecesario, sus looks han sido más que copiados, se estudia el vestuario de la serie hasta la saciedad y más de una y mil marcas matarían por la promoción que Jimmy Choo o Manolo Blahnik han conseguido gracias a los delicados piecitos de esta periodista de la Gran Manzana.

La secuela de la película de Sexo en Nueva York, a cuyo estreno y fiesta VIP tuve la suerte de asisitir, nos tiene a las fans esperando como locas aunque ya queda menos pues el 4 de junio podremos llenar los cines de tacones y de la ropa más in del momento. Fui testigo de ello en el estreno de la primera y no creo que con la segunda las expectativas hayan bajado.

Pero, mientras, Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte vuelven a hacer de las suyas - imperdonable que Samantha dejara a Smith- podemos distraernos con lo que nos propone la creadora de este inseparable grupo de amigas Candace Bushnell. Se trata de un viaje al pasado, el libro (diario) que nos mostrará a la Carrie adolescente. The Carrie Diaries nos cuenta su primer amor, los inicios en la moda, el instituto... al fin y al cabo: su vida. El libro puedes comprarlo aquí o esperar hasta el 27 de abril a que salga a la venta, pero creo que en EEUU. Me gusta el término precuela, pues es de lo que se trata este libro. El comienzo de todo nos ayuda siempre a comprender el presente. No perdáis detalle de la portada del libro: diseñada por Louis Vuitton. Esto sí que es clase.



También habrá una segunda parte de este diario. Desde luego, la fabulosa Carrie y sus amigas son una mina de oro de la que hay que extraer el máximo material precioso posible. Puede que acabemos derrumando la propia mina, pero es lo que tiene este capitalismo loco. Que le pregunten al pobre Harry Potter, que tiene ya las piernas entumecidas de tanto montarse en la escoba.